La humanización en la práctica docente universitaria implica un proceso de interacción con los estudiantes que permite una característica de compromiso de bienestar y formación profesional integral en el cual se educa y se forma a los seres humanos como entes de cambio y transformación en la sociedad, de ahí, que la práctica docente se convierte en una actividad consciente en la que los estudiantes desarrollen conocimientos, aptitudes, ética, valores, dentro de una cultura formativa por un docente altamente calificado, genuino y humanizado. Por tanto, la Educación Superior enfrenta el difícil desafío de intensificar sus compromisos con la formación de profesionales capacitados técnica y éticamente, que permita construir y desarrollar sociedades democráticas y solidarias con las problemáticas que enfrenta el mundo globalizado. Entonces, educar y formar significa enseñar al humano a construirse cada día, de tal manera que se vaya concibiendo como un ser integral, situación que demanda que el profesor también posea toda una labor humanizante dentro de las instituciones educativas. En El Salvador, se vuelve impostergable que la práctica docente universitaria deba desapegarse de los paradigmas que han hecho sucumbir la Educación Superior a un sistema que no permite el desarrollo de una conciencia crítica, reflexiva en el ser humano y peor aún el desarrollo integral de sí mismo. Entendiendo humanización como el buen trato, que posee actividades, estrategias, herramientas, técnicas, y propone, además, recursos de una pedagogía de cultivar y construir un tejido social centrado en la valoración de sí, de los demás, del mundo y del conocimiento científico.